¿Cómo hacemos de los museos instituciones más inclusivas, diversas y comprometidas con el bienestar emocional y social?

En esta tercera conversación del ciclo Estrategias de Museología Social , que coordinamos para la Rede Museística Provincial de Lugo, exploramos cómo los museos pueden convertirse en espacios de hospitalidad, acogida y transformación, más allá de su rol tradicional como guardianes del patrimonio. Lo hicimos a partir del diálogo entre dos profesionales con trayectorias profundamente comprometidas con los derechos culturales, la participación comunitaria y la construcción de sentidos desde el afecto y la diversidad:

  • Susana Moliner, desde la coordinación de GRIGRI, desarrolla su trabajo en la intersección entre mediación cultural, producción colaborativa y aprendizaje crítico. Ha participado en iniciativas como el docuweb Artistas Migrantes del Museo Thyssen y el laboratorio ¿Y si…? dentro del programa Una grieta del Museo Reina Sofía, además de formar parte de la asamblea de Museo Situado. Su enfoque invita a trascender los marcos tradicionales del museo para convertirlo en una herramienta activa de cambio social.
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  • Germán Paley es museólogo social, agitador cultural y arteducador argentino residente en Ciudad de México. Desde El Museo Humano impulsa una museología afectiva centrada en el bienestar personal y colectivo, la participación comunitaria y la deconstrucción institucional. En 2016 creó el Área de Comunidades del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Actualmente colabora como consultor y docente en México y Argentina, y es curador del Encuentro Internacional de Infancias Libres y Diversas de la UNAM. Con una mirada afectiva y comprometida, promueve prácticas que vinculan cultura, emoción y justicia social.

¿Qué ideas escuchamos?

Una vez más, agradecemos a Adela Vázquez Veiga (adelavv.com) por permitirnos iniciar esta recopilación de ideas con su relatoría gráfica, que recoge y sintetiza visualmente algunos de los momentos más significativos de la conversación.

La hospitalidad como práctica colectiva

La hospitalidad no es solo abrir la puerta, sino también repensar quiénes somos y desde dónde acogemos. Supone generar relaciones colectivas que desafíen fronteras físicas y simbólicas: las que separan disciplinas, cuerpos, saberes o culturas. Moliner propuso una mirada crítica sobre ese “nosotros” institucional, apostando por una hospitalidad que habilite otras formas de pertenencia: no por origen, sino por capacidad de hacer y de coproducir.

Lo útil, lo manual, lo inesperado

Una de las claves para generar espacios inclusivos está en lo concreto: diseñar propuestas útiles para las comunidades con las que trabajamos, legitimar saberes no hegemónicos, compartir la toma de decisiones y habilitar el hacer manual como herramienta de vínculo. La dimensión afectiva y material del trabajo cultural puede facilitar encuentros reales, capaces de crear vínculos más allá de lo simbólico.

Gobernanza compartida y derecho a decidir

Moliner subrayó la importancia de delegar poder real. No basta con invitar a participar: es necesario que las comunidades decidan sobre los temas, los presupuestos y las formas de hacer. Experiencias como Museo Situado en el Reina Sofía o el programa Botiquín para mi ciudad ilustran cómo abrir espacios de co-gobernanza transforma la relación entre las instituciones y su entorno.

Museos como jardines del bienestar

Germán Paley nos propuso pensar los museos no como templos del saber, sino como “santuarios del bienestar”, “jardines de subjetividades” o “espacios de ensueño”. Frente al museo que impone una única forma de conocer, plantea una museología hereje, afectiva y situada, que se construye entre pares, desde el deseo de vivir y desde la potencia de lo diverso. «¿Queremos museos que perpetúen el orden de lo conocido o espacios donde florezcan nuevas subjetividades?” – preguntaba Paley. “Musear” no sería preservar el pasado, sino inventar vínculos, desafiar jerarquías y abrir portales hacia otros mundos posibles.

Hacer comunidad en el encuentro

Ambos invitados coincidieron en que hacer comunidad no es un lema vacío ni una etiqueta. Es una práctica que se construye desde el reconocimiento mutuo, desde el trabajo conjunto, desde el afecto y la escucha. “El barrio es un hacedor de comunidad”, dijo Paley, “pero también puede serlo el museo si cambia sus formatos y centra su acción en las personas, no en los objetos”.

¿Cómo migramos del museo heredado al museo posible?

Esta conversación nos dejó muchas pistas para despistar el rumbo tradicional del museo: pasar de las colecciones a las conexiones, asumir la ignorancia como punto de partida, abrirse al imprevisto, reconocer los cuidados como una forma de conocimiento y hacer de la hospitalidad un gesto político. Como cierre de su intervención, Germán nos regaló una invitación que seguimos haciendo nuestra:“Quizás no trabajes en un museo, pero vives. Y eso ya es un gran trabajo. ¿Cómo construyes esperanza en un mundo hostil? ¿Qué vínculos tejen tu día a día? ¿Cómo puedes convertir lo cotidiano en una práctica cultural transformadora?”

¿Qué otras ideas surgieron en la conversación?

En el tramo final del encuentro, las preguntas del público sirvieron para abrir nuevas pistas y reforzar algunas de las claves compartidas por ambas voces invitadas.

Las actividades como pretextos para los vínculos

En lugar de pensar las actividades como productos cerrados o acciones puntuales, Germán y Susana proponen entenderlas como invitaciones a ser, crear y vincularse. El foco no debe estar solo en la producción, sino en que esas actividades activen relaciones, conversaciones y afectos que continúen en el tiempo. Como ejemplifica Germán, un simple té fuera del museo con personas mayores derivó en un vínculo afectivo que duró años. «La actividad es un buen detonante«, dice, «pero lo importante es lo que viene después, la continuidad afectiva«.

¿Participación real o simulacro?

Ambas voces coinciden en que la participación solo es transformadora cuando es genuina. Dar voz no es suficiente si no hay consecuencias reales ni disposición a escuchar, dejarse afectar y modificar el rumbo. Es necesario ceder poder real a las comunidades, a los colectivos invitados, a las personas participantes. De no hacerlo, caemos en un simulacro de participación, que tranquiliza conciencias pero no transforma nada.

La cultura y los museos como excusa para generar comunidad

Susana sintetiza esta perspectiva afirmando que “el museo es una gran excusa, y la cultura también”. Más que objetivos en sí mismos, son plataformas para tejer redes, enlazarnos y dar sentido a lo que hacemos. Actividades como las que organiza Museo Situado —como el Picnic anual o los espacios de voces situadas— son maneras de reactualizar vínculos y mantener vivas las comunidades afectivas, con un rol activo y sostenido en el tiempo.

Ganas, afectos y deseos como motor

Germán propone seguir el camino de las ganas. Preguntarse qué desean las personas, qué quieren hacer, qué necesitan, es una forma radical de escucha que desactiva el control y activa la creación compartida. Para él, “no hay nada más revolucionario que el afecto”, y en ese camino, los museos deben convertirse en espacios socioafectivos, clubes de encuentro y lugares para construir esperanza en un mundo hostil.

¿Cómo pueden los museos incidir políticamente desde las experiencias concretas?

Desde el público, surge una pregunta clave: ¿cómo pasar de experiencias inspiradoras a políticas públicas? Germán responde con claridad: incidiendo, pero para eso es imprescindible saber por qué y para qué hacemos museo. Si no ponemos a las personas en el centro, si no activamos cultura con “s” —en plural, desde la diversidad—, corremos el riesgo de quedarnos en acciones aisladas, sin continuidad ni transformación estructural.

¿Museos sociales?

Encarna Lago, directora de la Rede Museística Provincial de Lugo, nos ofreció también una reflexión que resonó con fuerza: “Si un museo no genera conexión, no es un museo. Es un almacén de objetos muertos e inertes.” Su intervención refuerza la idea de que un museo sin compromiso con el bienestar humano no cumple su definición. Los objetos que alberga son testimonios humanos y, como tal, deben ponerse al servicio de la justicia social, de la participación real y de la transformación colectiva.

Seguimos #TecendoRede para aprender juntas cómo construir museos y espacios culturales vivos, críticos y comprometidos con el bienestar colectivo.

Una vez finalizado el ciclo, abrimos los contenidos para que puedas seguir explorando, reflexionando y compartiendo. Si quieres ver la conversación completa, acceder a los documentos y otros recursos compartidos de este ciclo impulsado desde la Red Museística Provincial de Lugo, puedes hacerlo en los siguientes espacios:
🔗 bencuriosa.gal/portfolio/estratexias-de-museoloxia-social-dialogo-intercultural-e-diversidade
🔗 comunidadermpl.gal/estratexias-de-museoloxia-social-2025

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